Día 183
Un día tuve al mar y jugamos a que invadía mi casa, levantadas sus alas de espuma armaba el correr eufórico de la gente desalojando cines y edificios. Vi a ruiseñores pedir un leve auxilio, luego soltaron sus alas y fueron sardinas nacarando la superficie. Ese día que el mar nos amó nacieron sirenas y bagres robustos, hubo aletas doradas, escribas que adaptaron cinceles para labrar con versos la roca marina. Un islote contuvo amantes, todos nos hundimos a voluntad, sin culpa por abandonar la tierra en llamas. Dejamos de la aridez de este territorio para regresar al agua, abrazados en la humedad, desnudos de todo pasado desértico, en paz con la vida que nada sabe, que todo se lo lleva. I. H.